Son
arduos los pasos en la senda abrupta
de
la dilatada ruta a la tierra prometida.
Mil
fronteras, trazadas a color,
de
océanos sin horizontes,
alambres de espinos acotando libertad
y
plata para untar rebanadas de opulencia.
Y
tú esperas impaciente y exánime
la
señal precisa de la luna.
Y
zarpas en la solitud de la multitud…
¡Te
escupe!
Se
revela la mar embravecida,
se
escora frágil el bajel y tu mundo de papel,
y
te aborda la sal, el espanto y el desencanto.
Sollozos
de almas de piel oscura, en la negrura,
reyertas entre alimañas
famélicas de esperanza.
Fragmentos
del destino que se desgranan,
como
granadas maduras bajo el granizo.
Y
adoptas ese espacio, exiguo, del palmo de madera
poblado por mil manos marchitas
y cien corazones forajidos,
que
débiles, todavía palpitan por su aurora.
Zumbido
de motores lejanos
y
defiendes la carne de tu sangre…
al
tiempo que muda la sangre de tu carne.
Y
tú, exhausto, te abandonas al añil profundo,
contemplando
gozoso, como ellos permanecen
a
flote, en el mar de la esperanza.
Àngel Martí
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