Macerado en alcohol barato y eras de
soledad,
lentamente, te corrompes,
sin darte cuenta que el hedor te ofende.
Callejeas noches de esquinas
intransigentes,
reivindicando silencios entre hostiles
algarabías.
Le amaste tanto…
Acosas aquellos días que derrochaste
en un instante marchito, ebrio de
delirios.
La añoranza del tacto de su mano
te abraza al insomnio, que te ahoga
esas lunas que mueren en nuevas…
Y te atragantas en las tinieblas que se
avecinan.
Le amaste tanto…
La adorabas convencido del sentido de
sentir,
era casto el aliento de los suspiros que
emanabais,
veraces las horas
que agonizaban con vosotros
y reales los sueños que acariciabais…
Pero el todo pereció sin exequias.
Le amaste tanto,
que acabaste por perderte el respeto.
Àngel Martí
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